Mi nombre es Ester Vizcaíno y actualmente tengo 20 años. En agosto de 1999, cuando tenía 4, me diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda. Por aquel entonces yo me encontraba en las fiestas de mi pueblo, y empecé a manifestar un fuerte dolor en la pierna derecha, si no recuerdo mal. Por supuesto, mis padres empezaron a preocuparse, pues yo era una niña como cualquier otra, alegre y risueña, siempre dispuesta a jugar y pasarlo bien, y repentinamente dejé de correr y jugar con mis amigos debido a ese dolor en la pierna, que en ocasiones ni siquiera me dejaba andar a no ser que me ayudara de muebles o me apoyara en las paredes.

Aunque ese era mi único síntoma, me llevaron a un hospital de una localidad cercana. El médico que me atendió (si se le puede llamar médico, claro), al ver que mi hermano iba en carrito (entonces tenía solo 10 meses y aun no andaba), les dijo a mis padres que lo único que me ocurría era que estaba celosa de él y que el dolor de pierna era para llamar su atención e ir también en el cochecito. Eso era todo.

Mi madre, por supuesto, no se quedó tranquila. El dolor seguía ahí, así que me llevaron a otro médico. El veredicto de este fue que tenía inflamación de cadera, sin ni siquiera hacerme una placa o una analítica, por lo que, finalmente, decidieron llevarme al hospital Nou d’Octubre de Valencia. Con solo hacerme una simple analítica comprobaron que algo no estaba bien. Me la repitieron, y los resultados seguían estando fuera de lo normal, por lo que procedieron a hacerme una punción lumbar, que fue lo que determinó mi diagnóstico: tenía leucemia linfoblástica aguda.

Al día siguiente me trasladaron de inmediato al Hospital La Fe, donde recibí todo el tratamiento y se convirtió en mi segunda casa por varias temporadas. Y ya no solo por el tiempo que pasaba ingresada, sino porque todo el personal sanitario me hizo sentir así desde el primer momento. Tanto mi familia como yo agradecimos desde el principio el trato tan cercano que nos brindaron médicos y enfermeras, pues es fundamental cuando uno se encuentra en una situación tan delicada como era la mía.

Al principio del tratamiento estuve ingresada permanentemente, pero a medida que pasaba el tiempo los ingresos empezaron a ser parciales, pudiendo ir varios días a casa. Al cabo de más o menos dos años, dejé por fin de recibir el tratamiento y pasé a ir a revisiones para comprobar que todo iba como debía. Y eso nos lleva a la actualidad, porque hasta hace unos meses he seguido yendo a estas revisiones (ya hace varios años que eran anuales), pero el pasado mes de febrero, tras realizarme más pruebas de las habituales por si presentaba algún efecto a largo plazo debido al tratamiento o la medicación que recibí, me dieron, por fin, el alta definitiva en oncología pediátrica.

He hablado antes del maravilloso trato del personal del hospital, pero, por supuesto, he de destacar la gran labor de ASPANION, la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de la C. Valenciana. Solo tengo palabras de agradecimiento por todo lo que han hecho por mí y por mi familia durante todo este tiempo, ya no solo durante el periodo en el que estuve enferma, sino por todos los años que han venido detrás. Gracias a ellos he pasado las mejores semanas de mi vida en los campamentos de verano que organiza, en la gran cantidad de actividades y salidas lúdicas, grupos terapéuticos; y he podido conocer gente maravillosa con la que he entablado una amistad preciosa que aun hoy en día dura y lo hará durante muchísimo tiempo.

La labor que hace ASPANION con los niños con cáncer y sus familias es digna de reconocer y nunca me cansaré de repetir GRACIAS. Por supuesto, dentro de todo el equipo de ASPANION también he de mencionar a los voluntarios, a los cuales me uní hace un par de años y que considero que se llevan gran parte del mérito. Hay gente que, una vez pasa la enfermedad, decide desconectar de todo este mundo y olvidar, cosa que entiendo y respeto, pero yo decidí hacer todo lo contrario. Desde que me curé nunca me he querido desvincular de esta asociación, y hacerme voluntaria fue una forma de seguir en contacto con ellos y, de alguna manera, devolverles poco a poco todo lo que ellos hicieron por mí

Pero el contacto no acaba ahí. Hace poco más de un año surgió en ASPANION Caminantes, un grupo de supervivientes de cáncer infantil del cual tengo la suerte y el honor de ser la representante. Además de conocer gente nueva, que es algo que me encanta, es una vía para dar a conocer nuestros pensamientos y experiencias, para tener voz dentro de ASPANION, pues esta es una asociación de padres, y aunque trabajan maravillosamente, los supervivientes también tenemos mucho que decir.

Además, gracias a este grupo, he tenido la oportunidad de asistir ya dos veces al congreso anual que organiza la Childhood Cancer International, la organización internacional de cáncer infantil, donde he podido conocer la enorme cantidad de proyectos y objetivos que tienen en mente para mejorar día a día la situación de estos niños en todo el mundo y, además, conocer a supervivientes de otros países y compartir nuestras experiencias, lo que es maravilloso.

Sé que la leucemia es lo peor que me ha pasado en la vida, pero afortunadamente gané la batalla. Y, de una forma u otra, el cáncer te cambia, y es en gran parte responsable de la persona en la que me he convertido. Los que me conocen, lo saben: vivo mi vida al día, aprovecho cada instante y lo exprimo al máximo, busco en cada situación el lado bueno de las cosas y todo lo que afronto lo hago con positividad. Actualmente estoy estudiando Magisterio de Educación Primaria, tengo la familia más maravillosa del mundo y estoy rodeada de los mejores amigos que una puede pedir. Y eso es todo lo que necesito, porque soy feliz. Soy feliz con lo que tengo, porque no me hace falta nada más, y doy las gracias a todos los que contribuyen en mi felicidad.

Y, por último, gracias ASPANION por abrirme la puerta a un mundo que se ha convertido en mi segunda familia. Os estaré eternamente agradecida.