Mi nombre es Laura, tengo 27 años y tuve un ostesarcoma en mi pierna derecha cuando tenía 11 años.

En el verano de 1998 empecé a sentir un dolor muy fuerte en la pierna, con bastante frecuencia. Los doctores insistían en que era por mi edad: “tus huesos están creciendo”, me decían siempre… Pero, el dolor fue a más y, al final, decidieron enviarme de urgencia al hospital La Fe. Una vez allí, el diagnostico tampoco fue rápido, durante meses acudí muchas veces hasta que en mayo de 1999 me encontraron un osteosarcoma ya bastante grande en el fémur derecho.

En ese momento, todo los trabajadores del hospital se volcaron en ayudarnos. Tanto el equipo de traumatología y como el de oncología nos explicaron todo, incluso a mí aunque era joven, me contaron todo desde el principio y los riesgos que corría. Me acuerdo diciéndole a mi madre que no se preocupara, que no tenia ningún miedo, que iba a pensar que era como un mal constipado… Y ese pensamiento era cierto, con esa edad estaba más preocupada por la caída del pelo, abandonar el colegio durante meses/años y perder a mis amigos,… Incluso, una vez allí, aunque estaba rodeada de mis goteros siempre estaba de buen humor, gastando bromas al personal, jugando con los payasos de payaSOSpital, haciendo playbacks por los pasillos, haciéndome fotos con absolutamente todos los trabajadores (un bonito recuerdo que aun conservo)… nadie podía creérselo pero todos se partían de risa con mis tonterías.

Ademas del apoyo de los trabajadores del hospital,… también la asociación Aspanion nos guiaba en ese “nuevo mundo” donde nos adentrábamos y nos ayudó en muchísimos aspectos. También  las familias de otros niños en la misma situación, que sabían mejor que nadie lo difícil que es el principio. No soy capaz de expresar lo mucho que les agradezco todo, tanto los niños como los padres acaban siendo tu familia, los ves todos los días, compartes momentos muy duros juntos,… Y siempre recordaré a TODOS los luchadores con los que compartí esta batalla.

Poco tiempo después, Auxilia con sus profesores en casa consiguieron también hacer ver una normalidad en mi vida que tanto estaba cambiando, haciendo que estudiara en la medida de lo posible y, sobre todo, no perdiera ninguno de los casi tres cursos que no pude ir al colegio. Por supuesto, mi familia fue un grandísimo apoyo y algunos de mis amigos también estuvieron ahí, pero si hay alguien a quien más tengo que agradecer es a mis padres que se desvivieron por mí siempre, intentando sacarme siempre una sonrisa incluso en los peores momentos.

El tratamiento de quimioterapia duró unos 15 meses, en los cuales solo salia los fines de semana del hospital. Aun así, lo más duro fue la operación, donde me quitaron trece centímetros de fémur para llevarse el osteosarcoma. Hasta después de la operación no sabíamos si saldría con pierna o sin ella… (De hecho, insistí en que no me quería operar por esa razón, que abandonaba la lucha… pero, afortunadamente, psicólogos y médicos me ayudaron a cambiar de decisión). El mejor momento fue, horas después de una larga operación, palpé y ahí estaba. Aun así, esto no fue el final pues mis huesos no aceptaban la nueva parte de fémur y durante tres años tuve que pasar por muchas más operaciones (he perdido la cuenta) pero al fin lo consiguieron y mi pierna es prácticamente “normal”.

Para todo superviviente es una etapa que le va a marcar de por vida. Es una época muy muy dura en tu vida pero de la que sacas cosas muy buenas: encuentras gente muy especial que parece que sea tu propia familia, valoras la vida y cambias tu actitud hacia ella, descubres la hospitalidad innata de muchas personas que desconocía… Y, al final, de lo que es un recuerdo bastante malo consigues quedarte con las cosas especiales que te ha hecho descubrir. Con ello me quedo y os doy las gracias a todos los que estuvisteis y habéis estado siempre ahí.